China y Rusia tienen muy mala prensa ambiental. Tampoco sale bien
parada la oscilación térmica conocida como El Niño (ENSO), un complejo
fenómeno que provoca periodos de sequías alternados con intensas lluvias
en muchas partes del planeta. Sin embargo, un estudio muestra como, a
pesar de la deforestación de las selvas tropicales,
estos tres actores o factores están haciendo reverdecer el planeta.
Pero los investigadores advierten de que no se puede fiar el futuro del
clima de la Tierra a chinos, rusos y los caprichos de El Niño.
Las plantas son la base de la vida. Sobre ellas descansan los
ecosistemas de los que, en última instancia, dependen los humanos. La
cubierta vegetal es, además, la primera línea de defensa contra el cambio climático. Bosques, selvas, pastos, matorrales o campos cultivados retiran de la atmósfera la cuarta parte del CO2
antropogénico (en su mayoría por los combustibles fósiles) que está
calentando el planeta. Por eso, cada hectárea arrancada a las selvas
amazónicas, de Indonesia o el África ecuatorial es un drama global.
Sin embargo, un estudio publicado en Nature Climate Change
y realizado por investigadores de Australia muestra ahora que la
deforestación de los bosques tropicales está siendo compensada con la
reforestación en otras partes del planeta en la última década. Con datos
de varios satélites de 20 años, los científicos han comprobado que
grandes zonas de Rusia, China, el norte de Australia, el sur de África y
hasta el este de Brasil están recuperando el verde.
"A pesar de la continua deforestación en América del Sur y el sudeste
de Asia, hemos encontrado que la disminución en estas regiones se ha
visto compensada por la recuperación de los bosques fuera de zonas
tropicales y un nuevo crecimiento en las áridas sabanas y matorrales de
Australia, África y el sur de América", dice el científico del Centro
para la Investigación del Cambio Climático de la Universidad de Nueva
Gales del Sur (Australia) y principal autor del estudio, Yi Liu.
Entre las ganancias de masa forestal y, por tanto, retirada de CO2
de la atmósfera, destacan las obtenidas en Rusia y China. Las
mediciones satelitales muestran que en ambos países la cubierta vegetal
ha aumentado en las últimas décadas, aunque por razones bien diferentes.
"En Rusia, los bosques han ocupado de forma natural las tierras de
cultivo abandonadas tras la caída del comunismo. Mientras, en China, los
proyectos de repoblación masiva de árboles han aportado una cantidad
destacada a la biomasa global", sostiene Liu. "Entre ambos actores,
compensan más de la mitad de la pérdida de carbono debida a la
deforestación tropical", añade.
En concreto, la pérdida de selvas tropicales ha conllevado una
reducción de su capacidad de retener carbono robado a la atmósfera de
unas 210.000 toneladas de CO2 (Tm/CO2) anuales entre 2003 y 2012. Por su
parte, la nueva cubierta vegetal en Rusia y China captura cada año
100.000 y 70.000 Tm/CO2 respectivamente. Si se tiene en cuenta que la
aportación de las selvas tropicales al total es de un 44%, por un 17% de
los bosques templados y boreales, China y Rusia se merecen un aplauso.
El resto de las felicitaciones por aumentar la cubierta vegetal del planeta hay que dárselas a las sabanas y áreas de matorral. Su aportación al ciclo del carbono (medido como el intercambio neto entre la atmósfera y la tierra) no ha sido estudiada con la misma intensidad que la de los bosques. Por supuesto, por hectárea, su capacidad de captura es menor, pero se trata de grandes extensiones que, por azares del clima, están más verdes que nunca.
"Estos otros paisajes son relevantes porque cubren una extensión muy
grande, particularmente en el hemisferio sur, cubriendo una buena parte
de Australia, las sabanas africanas y en el sur de la Amazonia, el
Cerrado. Si incluimos las áreas de matorral de zonas semiáridas,
abarcamos una extensión aún mayor", recuerda el director del Global Carbon Project
y coautor del estudio, el catalán Josep Canadell. Para este
investigador de CSIRO, la agencia nacional de investigación de Australia
(como el CSIC en España), "los flujos y cantidades de carbono son aún
más pequeños que en los trópicos, pero lo importante es que estas
regiones están cambiando".
Combinadas, la biomasa de sabanas y matorrales alojan, según el
estudio, 50.000 Tm/CO2 al año desde hace un lustro. Eso hace que la
captura neta global haya aumentado en los últimos años, invirtiendo la
tendencia general de pérdida de cubierta vegetal observada en la última
década del siglo pasado.
Hay varios factores que están elevando el protagonismo de sabanas, áreas de arbustos y, en menor medida de los campos cultivados: cambios en el uso del suelo, mejores técnicas agrícolas, reducción de incendios... Pero para Canadell hay dos elementos claves. "Hay evidencias de que una razón es el aumento de la eficiencia en el uso del agua debido al incremento del CO2 en la atmósfera", comenta. Puede parecer una paradoja, pero, como recuerda el investigador catalán, "el CO2 es malo para el clima, pero no para las plantas". Como sucede en un invernadero, al haber mayor concentración de dióxido de carbono, los estomas de la planta (poros en las hojas que le permiten respirar) no tienen que abrir tanto para tomar la misma cantidad de CO2, perdiendo menos agua que pueden usar para crecer más.
El otro factor tiene que ver con la oscilación térmica El Niño
y su reverso, La Niña. Este fenómeno, que se inicia en el océano
Pacífico, afecta a los patrones de lluvia, alternando periodos muy secos
con meses de lluvias torrenciales en zonas donde dominan las sabanas o
el matorral. El cambio climático está afectando a este juego infantil,
alterando aún más la impredecible duración de cada periodo y su carácter
más o menos seco.
"El cambio climático está trayendo más variabilidad al clima y, por
tanto, a los ciclos de auge y colapso. Hemos estudiado estos ciclos y la
vegetación crece más cuando hay más lluvia que la que se pierde cuando
hay menos, por lo que creemos que el resultado final es que los sistemas
podrán capturar más carbono", explica el director ejecutivo del Global
Carbon Project.
Sin embargo, este aumento en el verde del planeta no basta. Como
recuerda Canadell: "sabemos que sobre el 50% de las emisiones
procedentes de las actividades humanas permanece en la atmósfera aún
después de que la otra mitad sea retirado por la vegetación terrestre y
los océanos. La única manera de estabilizar el sistema climático es
reducir las emisiones de los combustibles fósiles a cero".